Por Edgardo Ortiz, D. Min
Director de Vida Familiar APE
En este artículo quiero examinar las prioridades en el ministerio del pastor según el Apóstol Pablo en 1ra.de Tim. 3:1-7 y nos enfocaremos en su relación con su familia. Aunque se aplica a los pastores tiene valor para cualquier familia ya que soy de la idea que cada familia es un ministerio para Dios.
El texto indica lo siguiente:
1 Se dice, y es verdad, que si alguno desea ser obispo, a noble función aspira. Así que el obispo debe ser intachable, esposo de una sola mujer, moderado, sensato, respetable, hospitalario, capaz de enseñar; 3 no debe ser borracho ni pendenciero, ni amigo del dinero, sino amable y apacible. 4 Debe gobernar bien su casa y hacer que sus hijos le obedezcan con el debido respeto; 5 porque el que no sabe gobernar su propia familia, ¿cómo podrá cuidar de la iglesia de Dios? 6 No debe ser un recién convertido, no sea que se vuelva presuntuoso y caiga en la misma condenación en que cayó el diablo. 7 Se requiere además que hablen bien de él los que no pertenecen a la iglesia, para que no caiga en descrédito y en la trampa del diablo.
Estos versículos nos revelan las tres prioridades de un pastor o jefe de familia: Su relación con Dios, su relación con la familia y su relación con su ministerio o su trabajo. Esta fórmula ha dado buenos resultados a muchas familias: Dios, Familia, Trabajo. Nuestra busqueda de Dios debe ser primero, Segundo, nuestro deber hacia nuestra familia no se puede sustituir y en tercer lugar el compromiso con el ministerio que es nuestro llamado. Altererar este orden es contraproducente.
El secreto es buscar un balance entre las demandas y prioridades del ministerio vs los deberes familiares como esposo-padre y pastor.
Unas citas inspiradas nos ayudarán a entender la importancia de este deber de los ministros en sus funciones como padres en la familia pastoral.
“Ninguna disculpa tiene el predicador por descuidar el círculo interior en favor del círculo mayor. El bienestar espiritual de su familia está ante todo. (Hogar Cristiano, 321).
Nuestra obra por Cristo ha de empezar con la familia, en el hogar. ... No hay campo misionero más importante que éste. Pero si alguna vez han de saber hacer obra misionera en favor de otros, han de aprender primero a trabajar por los miembros del hogar, quienes tienen un derecho natural a sus servicios de amor. (Servicio Cristiano, 255).
Nuestra familia es nuestro principal campo misionero, nuestra esposa y nuestros hijos han de ser parte de nuestro ministerio como una prioridad sagrada. Tres ideas prácticas: celebren el culto familiar no como un deber sino como un privilegio. Oren los unos por los otros, lean las escrituras, las matutinas, canten himnos de alabanzas a Dios, hagan obra misionera juntos y todo esto los unirá como nada en el mundo lo hará. Segundo, compartan actividades juntos según sus intereses tal como un pasatiempo favorito como hacer caminatas, ir de paseo, correr bicicletas o hasta bucear. Esto son inversiones que conectarán a los miembros de la familia. Posiblemente no cueste mucho. Finalmente, escojan una noche familiar en la que puedan salir a comer juntos o ver una película de valores cristianos en su propio hogar y dialoguen acerca de lo que aprendieron y hasta pueden motivar el pensamiento crítico.
Todo esto será una gran inversión familiar que traerá a la familia un sentido de pertenencia y de satisfacción por cumplir con nuestro deber con nuestra familia. Hagamos de nuestra familia una prioridad real, es el equipo con el que contamos para dar testimonio que Dios nos ha escogido a ser una familia no perfecta pero con deseos de transmitir el amor de Dios en nuestra generación y en las venideras.
Director de Vida Familiar APE
En este artículo quiero examinar las prioridades en el ministerio del pastor según el Apóstol Pablo en 1ra.de Tim. 3:1-7 y nos enfocaremos en su relación con su familia. Aunque se aplica a los pastores tiene valor para cualquier familia ya que soy de la idea que cada familia es un ministerio para Dios.
El texto indica lo siguiente:
1 Se dice, y es verdad, que si alguno desea ser obispo, a noble función aspira. Así que el obispo debe ser intachable, esposo de una sola mujer, moderado, sensato, respetable, hospitalario, capaz de enseñar; 3 no debe ser borracho ni pendenciero, ni amigo del dinero, sino amable y apacible. 4 Debe gobernar bien su casa y hacer que sus hijos le obedezcan con el debido respeto; 5 porque el que no sabe gobernar su propia familia, ¿cómo podrá cuidar de la iglesia de Dios? 6 No debe ser un recién convertido, no sea que se vuelva presuntuoso y caiga en la misma condenación en que cayó el diablo. 7 Se requiere además que hablen bien de él los que no pertenecen a la iglesia, para que no caiga en descrédito y en la trampa del diablo.
Estos versículos nos revelan las tres prioridades de un pastor o jefe de familia: Su relación con Dios, su relación con la familia y su relación con su ministerio o su trabajo. Esta fórmula ha dado buenos resultados a muchas familias: Dios, Familia, Trabajo. Nuestra busqueda de Dios debe ser primero, Segundo, nuestro deber hacia nuestra familia no se puede sustituir y en tercer lugar el compromiso con el ministerio que es nuestro llamado. Altererar este orden es contraproducente.
El secreto es buscar un balance entre las demandas y prioridades del ministerio vs los deberes familiares como esposo-padre y pastor.
Unas citas inspiradas nos ayudarán a entender la importancia de este deber de los ministros en sus funciones como padres en la familia pastoral.
“Ninguna disculpa tiene el predicador por descuidar el círculo interior en favor del círculo mayor. El bienestar espiritual de su familia está ante todo. (Hogar Cristiano, 321).
Nuestra obra por Cristo ha de empezar con la familia, en el hogar. ... No hay campo misionero más importante que éste. Pero si alguna vez han de saber hacer obra misionera en favor de otros, han de aprender primero a trabajar por los miembros del hogar, quienes tienen un derecho natural a sus servicios de amor. (Servicio Cristiano, 255).
Nuestra familia es nuestro principal campo misionero, nuestra esposa y nuestros hijos han de ser parte de nuestro ministerio como una prioridad sagrada. Tres ideas prácticas: celebren el culto familiar no como un deber sino como un privilegio. Oren los unos por los otros, lean las escrituras, las matutinas, canten himnos de alabanzas a Dios, hagan obra misionera juntos y todo esto los unirá como nada en el mundo lo hará. Segundo, compartan actividades juntos según sus intereses tal como un pasatiempo favorito como hacer caminatas, ir de paseo, correr bicicletas o hasta bucear. Esto son inversiones que conectarán a los miembros de la familia. Posiblemente no cueste mucho. Finalmente, escojan una noche familiar en la que puedan salir a comer juntos o ver una película de valores cristianos en su propio hogar y dialoguen acerca de lo que aprendieron y hasta pueden motivar el pensamiento crítico.
Todo esto será una gran inversión familiar que traerá a la familia un sentido de pertenencia y de satisfacción por cumplir con nuestro deber con nuestra familia. Hagamos de nuestra familia una prioridad real, es el equipo con el que contamos para dar testimonio que Dios nos ha escogido a ser una familia no perfecta pero con deseos de transmitir el amor de Dios en nuestra generación y en las venideras.